Pobreza Energética en Colombia: Avances y Desafíos

De manera paulatina la pobreza energética en Colombia está descendiendo aunque al mismo tiempo, varios colombianos enfrentan limitaciones.

La pobreza energética en Colombia presenta un panorama de contrastes, según la tercera edición del Índice Multidimensional de Pobreza Energética (IMPE). Este informe, elaborado por Promigas y su Fundación, revela que, aunque el indicador se redujo al 15.4% de la población en 2024, uno de cada seis colombianos aún enfrenta serias limitaciones. Estas carencias afectan directamente su capacidad para estudiar, trabajar o realizar actividades domésticas de manera digna y eficiente.

El estudio ofrece una mirada integral que va más allá del simple acceso a la electricidad. Evalúa dimensiones críticas como la calidad del servicio y la capacidad de las familias para utilizar la energía de forma eficiente. En consecuencia, el IMPE se consolida como una herramienta fundamental para diagnosticar las verdaderas falencias en los servicios energéticos del país.

No obstante, los avances nacionales esconden profundas disparidades territoriales. Regiones como Córdoba, Chocó, La Guajira y Vaupés concentran las condiciones más críticas. Por el contrario, ciudades principales como Bogotá y departamentos como Quindío y Risaralda exhiben los mejores desempeños. Esta marcada brecha rural versus urbana evidencia un problema estructural de equidad que frena el desarrollo sostenible.

El ritmo de mejora, aunque positivo, es insuficiente. El informe calcula que, de mantenerse la tendencia actual, la meta de reducir la pobreza energética en Colombia a un solo dígito no se alcanzaría hasta 2034. Por lo tanto, se requiere una aceleración decisiva de los esfuerzos para cumplir el objetivo propuesto para 2030. Superar la pobreza energética es un imperativo para el desarrollo nacional.

“El IMPE es más que una métrica: es una hoja de ruta para transformar vidas”, afirmó Juan Manuel Rojas, presidente de Promigas. El directivo recalcó que el índice sirve como una carta de navegación para que los gobernantes identifiquen rutas efectivas. Además, balancear eficiencia y equidad es clave para el progreso. Superar la pobreza energética es un imperativo para el desarrollo nacional.

Entre los desafíos clave señalados se encuentran la mejora de la infraestructura energética rural y el fomento al acceso a tecnologías limpias. Asimismo, la educación para un uso eficiente de la energía emerge como un pilar fundamental. La combinación de estos factores es vital para transformar la energía en un verdadero motor de progreso social.

La implementación de medidas focalizadas es urgente para cerrar las disparidades territoriales. Una hoja de ruta clara que priorice las zonas más afectadas puede acelerar la inclusión energética. En definitiva, se necesita una estrategia coordinada entre el sector público y privado. Superar la pobreza energética es un imperativo para el desarrollo nacional.

Finalmente, lograr estos objetivos no solo mejoraría la calidad de vida de millones de personas. También representaría un avance monumental en la equidad y el desarrollo sostenible de toda la nación, asegurando que la energía cumpla su rol como derecho fundamental y catalizador de oportunidades.

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